UN PACTO DE ESTADO, SI. NO UN PACTO DE TAHURES EN GALAPAGAR
Evidentemente, España está necesitada, en el actual momento de emergencia nacional, de un Pacto de Estado. Y este solo se consigue mediante un gobierno de salvación nacional, dispuesto a la reconstrucción nacional con base en los postulados de la Constitución.
El actual Presidente del Gobierno de España afronta ahora la peor crisis que le podía suceder, en el momento más desafortunado de su carrera política, habiendo sido investido en un pacto de gobernabilidad con el apoyo exiguo de fuerzas nacional-populistas.
Al poder se alzó Sánchez con su natural de astucia arriesgada y apostando con estrategia de tahúr, tal como queda definido en su “Manual de Resistencia” (2019).
No distinto es el talante ético-político de su coligado de gobierno, el Vicepresidente Segundo Pablo Iglesias, aspirante a conquistar el poder como sea, sirviéndose de habilidades fuleras, con recurso al engaño y las trampas que hagan falta para “tomar el cielo por asalto” (Vistalegre, 2014).
Tahúr jugando con Tahúr, ante la propuesta fullera de Pedro Sánchez, de remedo de los Pactos de la Moncloa, con descarado acercamiento a la oposición que representa el Partido Popular, Iglesias ha reaccionado previamente, calificando “la jugada” de farol: “Son fuegos de artificio, que sirven para mutualizar la responsabilidad de la situación crítica” (dijo a “Vozpopuli”, 8/04/2020).
En la actual coyuntura de calamidad sanitaria, con desastre económico para un gobierno incapaz de conseguir presupuesto propio, seriamente advertido por la OMS y la Comisión Europea de Salud Pública por el descontrol de una pandemia no atajada a tiempo, siendo estruendosamente recriminado por cacerolada popular que desaplaude su negligencia e incompetencias en la gobernanza de la Salud pública, el tándem de coligados, Pedro y Pablo, buscan subterfugios de “unidad de los Españoles” para afrontar un “pacto de reconstrucción nacional”.
Pero ellos dos, Pedro y Pablo, sólo apetecen un “pacto entre dos”. Es el pacto de los tahúres. Ven imposible un pacto de “reconstrucción nacional”, tras haber contribuido a la desunión de la España Una, con sus acuerdos con los independentistas, y ahora se hallan tramando, en las veguerías del Palacio, de espaldas a los ministros disidentes que ojean sus “señales de fullería”, una salida de jugarreta.
Y no es de extrañar que su lugar de encuentro clandestino lo busquen en el Puerto de Galapagar. Allí es posible un pacto consecuente al misterioso “parto de los montes”.
Allí, Pablo tiene un jardín: “Yo tengo mucha suerte, y tengo un jardín en mi casa…” En ese “jardín-parque” se dice que aparca una ambulancia-UVI, y hasta se especula con helipuerto.
Bulo, o no, si son probables visitas y encuentros, reservados, para trazar un plan de común reconstrucción, que beneficie la continuidad de ambos, atando bien la “liga” que los mantiene como “compañeros de juego” socio-comunista en la Moncloa, sin que añoren la frase de Alfonso Guerra cuando quiso desalojar del Palacio a Adolfo Suárez, artífice de los Pactos de la Moncloa, llamándole: “Tahúr del Misisipi…”, y éste respondió consolidando los acuerdos de la Transición.
Ellos dos han montado la estrategia de trileros para que políticos no sagaces caigan en el “engaño”. Pedro predica: diálogo, lealtad institucional, compromiso de estado, consenso, corresponsabilidad… Pablo se reafirma en su programa de “reconstrucción del país”: un ingreso mínimo vital universal; preponderancia de “lo público”; que las grandes empresas, bancos y corporaciones paguen lo que tienen que pagar; republicanismo frente populista; derecho a decidir; autodeterminación territorial; presión fiscal impositiva; globalización socializante; nacionalización de empresas; minoración de las fuerzas armadas; aversión a la Monarquía; populismo bolivariano…
En el Telediario de la 2, del Lunes 6 de Abril, en entrevista con Carlos Franganillo, le decía: “Solo cabe el consenso si éste esta inspirado en un gran Pacto por lo público”.
Iglesias queda retratado en eslóganes de consigna como éste, y los que siguen:
“La política no consiste en tener razón, sino en tener éxito…”
“Cambiar las cosas no depende de los principios sino de las correlaciones de fuerzas…”
“Yo creo que me puedo sentir revolucionario en el diagnóstico, es decir, me considero marxista…”
“Somos muy pequeños para cargarnos el capitalismo nosotros solos; para eso necesitamos a Podemos en todo el mundo”.
“El mayor ataque a la libertad de expresión es que haya medios de comunicación que sea propiedad privada…”.
“Venezuela es una de las democracias más saludables del mundo…”.
“Me emocionaba mucho escuchar al Comandante (Hugo Chávez), se le echa mucho de menos, cuantas verdades nos ha dicho este gran hombre”.
“El himno español es una cutre pachanga fachosa”.
“Yo no puedo decir España, yo no puedo utilizar la bandera roja y gualda”.
“La casta española ha insultado a los catalanes y ha olvidado que España es un país de naciones”.
Cantos de sirena varada como estos, quitaban el sueño a Pedro Sánchez cuando pronunciaba en Barcelona: “La España nación de naciones va a llegar”.
Por parte de la mayoría de los españoles esperamos que nunca se cumplan sandeces de politicastros que mal nos gobiernan y nos llevan a la ruina.
Entre las atribuciones que el art. 62 de la Constitución Española encargan al Rey está la que reza:
“62 d: “Proponer candidato a Presidente del Gobierno y, en su caso, nombrarlo, así como poner fin a sus funciones…”.
Es la única función regia que está dotada de un cierto margen de discrecionalidad. Pero no se trata de una discrecionalidad gratuita, sino que está encaminada a dotar de estabilidad política al sistema.
Es el caso que, como sucede en el presente, si el Rey, como Jefe del Estado, en el ejercicio de su “función invisible” de persuasión e influencia puede aconsejar al Jefe del Gobierno sobre la conveniencia de su dimisión (de lo cual no quedará ninguna constancia formal), lo hará, permaneciendo en el reservado ámbito de las relaciones entre el Presidente del Gobierno y el Jefe del Estado.