LA “RECONSTRUCCION” NO PUEDE ESTAR EN MANOS DEL SOCIO-COMUNISMO

LA “RECONSTRUCCION” NO PUEDE ESTAR EN MANOS DEL SOCIO-COMUNISMO

El proyectado y quimérico “Pacto de la Moncloa” ladinamente sugerido por Pedro Sánchez, se ha constreñido a un “Pacto de Reconstrucción”, malamente adjetivado de “nacional”, puesto que no supone, sustantivamente, su ejecución en base a los postulados que la Constitución exige a cualquier Comisión para el estudio y acuerdos de solución de la crisis socio-política que hoy vive la Nación española.


De ahí, las graves diferencias de criterios de trabajo que ya han surgido entre los diversos partidos del Parlamento sobre el modelo de definición y trabajos a realizar para conseguir el fin propuesto.


La coyuntura política que hoy determina las relaciones de las formaciones parlamentarias abre un muro a la unidad de intenciones para la llegada a un pacto de Estado que regule objetivos comunes para la superación de la crisis, de envergadura formidable.


Muy distinto fue el panorama que hubieron de afrontar los partidos políticos en la España de la Transición, a pesar de las grandes diferencias ideológicas. Entonces, el líder socialista, Felipe González, jugó un papel decisivo al desmarcar a su partido, hasta entonces en la órbita de la izquierda marxista, de la férula que le ataba al comunismo leninista.


Fue en el 28 Congreso del PSOE de 1979, presentado con el lema “Construir en Libertad”, cuando el líder socialista, pese a la fuerte oposición de mandos muy significados que obstruían su proyecto de reconstrucción ideológica, logró con éxito su objetivo de renunciar al marxismo como definición ideológica del PSOE, acercándose a los postulados centro-liberales de la socialdemocracia, poniéndose al lado de otros lideres europeos que huían del comunismo oficial, como su amigo Willy Brandt, que financió el Congreso de Suresnes. La decisión fue muy bien vista por el líder de UCD, Adolfo Suarez, que había ganado las elecciones generales de 1979 y que fue muy permisivo con el Partido Comunista de España y su líder Santiago Carrillo.


La intención última de Felipe González, de separar al PSOE del marxismo era la de desligarse, ideológica y prácticamente, del comunismo, mal visto en la Europa Occidental y que ha sido definitivamente condenado por el Parlamento Europeo, en Septiembre de 2019, justificando la condena “por los horribles crímenes cometidos por los comunistas en toda Europa”.


En Europa quedan resquicios del comunismo. En Francia, el Partido Comunista está finiquitado como partido parlamentario, y en la Unión Europea subsiste la Iniciativa de Partidos Comunistas y Obreros, integrada por 29 formaciones minoritarias, entre ellas Izquierda Unida y Podemos, acogidos al Partido de la Izquierda Europea, de signo comunista y ecologista, aunque los dirigentes de estos partidos españoles nunca han renegado del marxismo-leninismo. La fundición de ambos, por voluntad de sus líderes, Alberto Garzón y Pablo Iglesias, constituye parlamentariamente Unidas Podemos, habiéndose afeminado en la busca del voto del feminismo radical y el reclamo de la “violencia de género”, con registro político de Ideología de Género. Pese a estas desviaciones, la izquierda radical sigue fundando su programa político en la ideología de “la lucha de clases” marxistoide, con sus eslóganes: Soberanía Popular. Abolición del Estado Burgués. Clase Trabajadora. Revolución Popular. Democracia Popular. No a la Propiedad Privada. Estatalización. Totalitarismo. Todo para el Pueblo. Poder de la Gente. Si a la Huelga General. El poder mediante la Anarquía. Socialización de la Justicia. Economía Planificada. Derecho a Decidir. Ideología de Género…


Eslóganes y consignas que han retroalimentado los regímenes comunistas de Latino-América, caribeños y bolivarianos, en cuyas fuentes, y con cuya financiación se mantiene “Unidas Podemos”, el socio coligado del PSOE de Pedro Sánchez, con el marchamo “Socio-comunista”, que se dice “progresista” y está aupado por el sobaco por los nacionalismos independentistas de la España periférica privilegiada.


Pero es imposible que este progresismo populista y secesionista consiga nunca un “Pacto de Reconstrucción Nacional”. No tiene poder para tanto. Al líder de este “dirigismo” inane solo le queda una opción, la que marca el articulo 62 d de la Constitución.


Fue lo que supo hacer, con máxima dignidad y hombría de bien, Adolfo Suárez, el cual, al presentar su dimisión al Rey, el 29 de Enero de 1981, afirmo:


“Yo no quiero que el sistema democrático de convivencia sea, una vez más, un paréntesis en la historia de España”.

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