LA DICTADURA DEL SOCIO-COMUNISMO OPORTUNISTA QUE NOS GOBIERNA
Nos lo ha advertido seriamente la Ilustre Fiscal de Sala del Tribunal Supremo, Consuelo Madrigal, que recientemente ha censurado al Gobierno: “Si descuidamos la vigilancia y si no fortalecemos las instituciones democráticas de control, dándole más poder a quienes ya lo ejercen, no viviremos ya en una sociedad abierta. Habremos perdido nuestra libertad, y no será una pérdida temporal”.
Apunta la Fiscal del Supremo al enorme peligro que nos acecha cuando podemos estar abocados a la pérdida de lo más fundamental de la democracia, que es la libertad, símbolo sacro de la “sociedad abierta”, en la que hoy vive Europa.
La sociedad abierta, sociedad de corte liberal, tolerante, critica y ordenada, se caracteriza, según está formulada por sus ideólogos fundacionales, Henri Bergson y Karl Popper, como el modelo de sociedad avanzada que corresponde a un Estado de Derecho, representativa de la Europa ultra- civilizada.
En esa sociedad abierta que hemos conquistado, pero que estamos a punto de perder si no vigilamos a los oportunistas de turno, es baza fundamental de juego democrático el ejercicio del control permanente del poder que la soberanía nacional otorga al gobierno de turno para que administre bien la cosa pública, legislando conforme a derechos y libertades fundamentales.
La sociedad libre europea de hoy adquiere el máximo sentido frente a la sociedad oprimida y sojuzgada que rige en los estados socio-comunistas. Por su naturaleza “de iure”, la sociedad abierta es incompatible con el totalitarismo. El socialismo liberal, o social- democracia, cuando se alía con la ideología comunista, deja de ser liberal y deja de ser auténtico.
Así lo entendió el socialismo español de la Transición al Estado de derecho, que renunció al marxismo, declarándose miembro de la sociedad abierta, que es transparente y ajena a todo tipo de colectivismo. Felipe González nunca pactó con el comunismo, cuya naturaleza marxista se funda en la lucha de clases, lucha que aspira al cambio de régimen mediante la revolución y no mediante la reforma constitucional. El colectivismo de estado busca “lo público” por el derribo del estado burgués y la instauración, violenta o no, del colectivismo planificador de la vida social (K. Popper, “La sociedad abierta y sus enemigos”, I, 10, 1ª).
El principal enemigo de la sociedad abierta es el estatalismo, que, acabando con la libertad, inaugura la “sociedad cerrada”: sociedad planificada, que impone y define la propiedad comunal, haciéndose autoritaria, intolerante, manipuladora, en la que prima y gobierna la “clase dirigente” (“Komintern”, que ahora es sustituido por la “casta globalizada”).
Nunca hasta hoy, el socialismo democrático español había sido domeñado por el comunismo “progre” o “populismo chavista”, que representa el coligado “para no dormir”, Pablo Iglesias, situación que escandaliza a los auténticos socialistas, refundadores del estado de derecho en la monarquía parlamentaria de la Transición.
Pablo y Pedro están reformulando el socio-comunismo oportunista que nos quiere gobernar imponiendo un estado de excepción encubierto tras el declarado estado de alarma por crisis sanitaria, indefinidamente prorrogable hasta el término de un mandato con mando único.
La característica esencial del pacto socio-comunista que nos gobierna es el oportunismo. Ese oportunismo del gobierno “progre” consiste en aprovechar la ocasión. La ocasión malsana de una pandemia venida de fuera pero aventada por el fanatismo del “Nosotras” y “las otras”; de un mando único que se atribuye la capacidad de dictar decretos-leyes y un sinfín de órdenes ministeriales que crean cargos, que imponen recargos al material sanitario, que modifica el ejercicio del Parlamento, poniéndolo al servicio de ese mando unificado; de un ordenancismo autoritario y cerril, que cierra su Portal de Transparencia, que restringe la difusión de mensajes, que impone filtros al control de la Prensa o promueve medios de comunicación vasallos, que nombra comités de expertos y asesores secretos para la toma de decisiones públicas, sin publicar sus nombres…
Ese gobierno progre-comunista da normas de confinamiento y cuarentenas que sus lideres no cumplen, ordena que la Guardia Civil destine parte de sus tareas a minimizar la crítica a los gobernantes o a difundir la versión oficial de la crisis.
Así se opera en el establecimiento de una “sociedad cerrada”, manipulada, maniatada, obligada, obstruida, acrítica, tensionada…, presta para la colectivización y la planificación, muy alejada de la imagen fiel de la sociedad abierta europea, que nunca es populista e ideologizada, sino fundada en la razón critica y en el humanismo. Como afirma K. Popper: “La democracia no puede agotarse con el principio carente de significado de que “debe gobernar el pueblo”, sino que ha de fundarse sobre la fe en la razón y en el humanismo” (O. c., I, 10, 4ª).