EL DIRECTORIO DE PEDRO CACEROLO

EL DIRECTORIO DE PEDRO CACEROLO

El 13 de Septiembre de 1923 se produjo el golpe de Estado mediante el cual el general Primo de Rivera se alzaba con el mando único del Gobierno de la nación española, al que accedía con la invocación “Por España y por el Rey”.


El “mando único” de Primo de Rivera recibió el nombre político de “Directorio”, y se desarrolló en dos etapas: el Directorio Militar, de 1923 a 1925, y el Directorio Civil, de 1925 a 1930. Al constituir su Directorio Civil, el dictador exponía su propósito, que era, según él: “hacer la transformación económica y la preparación de leyes, mediante las cuales, pasado un tiempo prudencial, se haya restablecido una normalidad legal, que guíe y rija la futura vida política de España”.


Primo de Rivera no dio propiamente un “golpe de Estado”: dejó en suspenso la Constitución de 1876, pero no derrocó la Monarquía, cuya Jefatura del Estado, en Alfonso XIII, siguió vigente. El monarca dio el visto bueno al “golpe de Gobierno” que instauraba un Directorio, cuyo “mando único” asumía Primo de Rivera.


El proyecto del Directorio Civil del dictador se fundaba en la estabilización del régimen, “gracias a la creación de una base civil de apoyo”. Y entendía por base civil la formación de una conciencia colectiva, guiada por élites que dieran cumplimiento al proyecto político, teniendo en perspectiva al nacionalismo europeo, emergente en Alemania e Italia.


La ideologización del Directorio de Primo de Rivera estuvo inmediatamente influida por el momento de crisis de identidad que España atravesaba entonces, envuelta en la “cuestión marroquí”, directamente en las batallas del Rif y de Alhucemas, por él participadas.


Salvando las distancias histórica e ideológica, en la España de hoy también se vive en un momento crucial como entonces, ahora fuertemente influido por la pandemia y amenazado de grave crisis económica y social, en el que puede darse, y se da de hecho, una mentalidad mesiánica de “golpe de timón”.


“Golpe” que protagoniza el representante de una ideología malsana, de signo socio-comunista, que intenta cambiar el régimen constitucional largamente consolidado, bajo el influjo de avatares de progresismo populista, con amenaza de la Monarquía parlamentaria establecida.


El instrumento-resorte le ha llegado de la mano del “estado de alarma”, necesario legalmente para abordar la crisis, y superarla, pero aplicado ilegalmente, aprovechando excusas que adecúan el problema a los estados de excepción, ahora improcedentes.


Pretende Sánchez, mediante aplicación de aplazamientos sucesivos e indefinidos del estado de alarma, la implantación de un “directorio” propio, cuya agenda dirige su colega Iglesias, y aparece altamente asesorado por “comités de expertos” que venzan resistencias hasta el final de la temporada.


Pero la buena gente de la calle también tiene su propia temporada, que siente amenazada por el “cazo político”, y poniendo la vista en el cacerolo como instrumento de protesta busca las calles para zurrar.


Y pasará lo que ya pasó en Mayo de 1808. Entonces, el aprovechado de turno era José Bonaparte, el apellidado “Botella”, que le había comido “la moral” al pueblo de Madrid. Queriendo reinar, José Bonaparte, con muchas reformas “traídas a pelo” y siempre pendientes, se puso, “a la buena de Dios”, a decretar, satisfaciendo su fatuidad.


Como se hartó de Pepe Botella, también el pueblo de Madrid, y los madriles, está teniendo hartazgo de Pedro Sánchez, y ha venido en llamarle “Pedro Cacerolo”. Y así, todos los días en Madrid, y en toda España, suenan las caceroladas, dedicadas con brío y sana malicia al dictador de turno, el fatuo “Pedro Cacerolo”.